domingo, 6 de mayo de 2012

Retrato de una madre

Pintura de Julien Dupré

Sus faldas cosidas a base de retales podrían haber sido igual una cortina para la puerta del corral o trapos de cocina. Pero ella las lucía con un aire elegante en el remolque lleno de mies, mientras colocaba con la horca las haces que le lanzaban desde abajo su marido y su hijo. Combinadas con las camisas de hombre, arremangadas hasta los codos, y siempre llenas de gotas de pintura Titanlux de diferentes colores y de cal, demostraba a quien la miraba que en su casa no se tiraba nada hasta que los tejidos no se deshacían como azucarillos. Nunca llevó pantalón, De los cardos, cañas, sarmientos y rastrojos se protegía tan sólo con unas medias que no adivino a saber de qué estaban hechas, nunca se rompían. Unas ligas verdes remotas que ella misma cosió y unas albarcas del 36. Sobre su cabeza, un pañuelo blanco con florecillas amarillas giraba sobre su cuello, recogía su pelo y terminaba atándose atrás, arriba, delante…depende. Un sombrero de paja de ala ancha, que la protegía del sol del verano de Castilla, y un mandil, que servía lo mismo para secarse las manos que el sudor de la frente o abanicarse, completaron el atuendo de su vida. Así, protegida, ni las arrugas ni las manchas de los años pudieron conquistarla. Así, protegida, nunca sus sueños pudieron salir.