martes, 4 de enero de 2011

La Navidad en recuerdos de la A a la Z

Aguinaldo. Con mi cestita y en solitario, de niña; con las amigas, después.
Árbol de Navidad que nunca pusimos.
Baile en la Cepa y en la Manola.
Belén que nunca tuvimos.
Concurso de Villancicos en Cuenca.
Canasta de mimbre que los chicos mayores nos quitaron con el aguinaldo dentro. ¿Recuerdas Herminio?
Dudas sobre los Reyes Magos: ¿Por qué sólo me dejaban galletas (nevaditas) año tras año?
Ensayos en la Iglesia: El chiquirritín, Adeste fideles, … Y los enfados de Don José María, el cura y director de aquel improvisado coro infantil. Isaac cantando con su voz angelical.
Falda azul marino de tablas (parte del uniforme de la pequeña coral). La mía era prestada.
Gachas de harina almortas, los días de lluvia.
Hielo colgando de los tejados, como estalactitas. A estos carámbanos los llamábamos chorlitos. Por cierto, esta palabra tendría su origen en dos términos de origen vasco: txort, que significa “gota” y leitu, que significa “helar”. Así se explica en el Diccionario de términos sorianos.
Ilusión porque este año los Reyes no me trajeran galletas nevaditas (¡!)
Jugar a la brisca y al cinquillo con mis padres y abuelos, tras las campanadas.
Kilos, kilos y más kilos de aceituna que luego se convertirían en aceite.
Lotería escuchada en Autorés, camino de Madrid, con el abuelo Deogracias y la abuela Sagrario. Las paradas en Tarancón, en aquella estación repleta de gente con maletas y bultos de todo tipo.
Lumbre de invierno, siempre incandescente.
Madre comprando los dulces de Navidad en los camiones que venían a la plaza: mazapán y cocos, mis favoritos.
Matanza en casa de la tía Felisa, con todos los primos.
Madrid, con la otra tía Felisa.
Niebla que mojaba las olivas y me helaba las manos. Cuando no podía “hacer los huevecillos” (juntar las yemas de mis dedos) mi padre encendía una hoguera.
Ñ. Somos lo que recordamos.
Otros. Tiempo compartido.
Pandereta verde que aún se conserva. Los dibujos ya estaban borrados cuando yo era niña.
Padre diciéndome un mes antes de Navidad: ¡Vete preparando que en cuanto te den las vacaciones del colegio hay que empezar con la aceituna!”. Se me ponía mal cuerpo un mes antes.
Quejas, quejas y quejas a mi padre por llevarme siempre a trabajar en el campo, en vacaciones escolares.
Remolque en el que me acurrucaba, tapada con una manta.
Sacos de Nitrato de Chile vacíos (donde se echaba la aceituna que se recogía).
Senda que mi padre hacía en el patio exterior de la casa cuando nevaba para que yo pudiera salir a pedir el aguinaldo. ¡Aquel patio de la vieja casa de la abuela Emilia!
Teléfono rojo. Cuando descubrí que los Reyes eran los padres, por fin, tuve un juguete en Reyes: un teléfono rojo que me compraron en el vedriao de la plaza.
Talega de cuadros rojos y blancos en la que llevábamos la comida (a trabajar al campo se iba para todo el día).
Uvas colgadas en la cámara vieja. Atadas con ataeros, pendían de los palos de madera y así aguantaban desde septiembre hasta el 31 de diciembre.
Villancicos acompañados de panderetas, botellas de anís y castañuelas.
Ventanuco de la camarilla donde ponía las zapatillas para los Reyes.
Whisky con agua, ya de mayor. Nunca me gustó. Prefería la sidra.
X. Somos memoria.
Yemas de mis dedos, heladas, imposibles de calentar.
Zaragata. Ya se sabe cuando toda la familia se junta… El abuelo Deogracias la armaba siempre.

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